18 de febrero de 2011

El viaje

“Siempre estás en camino hacia algún lado. La clave es: encuentra una forma de estar feliz donde sea que estés ahora en camino hacia donde realmente quieres estar (estamos hablando del estado de ser que deseas). No importa donde estés; donde estas está cambiando constantemente- pero debes llevar tu atención hacia donde quieres ir.”
(Abraham-Hicks)


Un día, pensando en esta enseñanza, me di cuenta que cada vez que me sentía mal, era porque estaba mirando hacia atrás.


"-Cariño, ¿tú sabes por qué el pasado es pasado?-. Ned negó con la cabeza.
-Porque no funciona". (S. King)

La única forma de vivir la vida de una forma optimista, motivada y -a consecuencia de eso- exitosa y feliz, es mirando hacia delante, hacia donde queres ir. Observé gente que a mi parecer, sabe "vivir", y luego analicé mi situación. Todos estábamos viajando todo el tiempo, inevitablemente… estamos subidos a un mundo que no para de girar, en una vida que no para de cambiar, con un cerebro que no para de evolucionar, y dentro de un universo absolutamente mágico (del cual después de muchas pruebas a lo largo de mi vida, debería haber dejado de dudar hace rato)...

No es que yo viajaba en carreta y los demás en avión, o que a mi me faltaba gasolina y a los demás no. La diferencia entre ellos y yo era solamente en qué dirección mirábamos. Mientras yo miraba hacia atrás lamentándome de no estar donde ya había estado, queriendo captar momentos, personas, y situaciones, y de alguna forma, llevármelas conmigo (algo imposible, sabiendo que cada cual viaja solo y que no podemos controlar quienes van a la par nuestro y quienes eligen otro camino), los demás miraban hacia delante… aprovechando todas las oportunidades nuevas que aparecían en el camino.
Si uno viaja de espaldas, no llega a ver el paisaje hasta que ya se alejó de él… no llega a apreciarlo, ni a sacar nada de él, porque ni bien lo vemos, ya se convirtió en pasado.
Mirando hacia delante, por ahí podemos imaginar que vemos una luz… entonces podemos divertirnos esperando ver esa luz, observando alrededor, sin perdernos ningún detalle… y después alegrarnos aún más al encontrarla (porque si podemos imaginarla, ES)... y todo eso, disfrutando del viaje porque sabemos que tarde o temprano, vamos a llegar a ella…

1 de febrero de 2011

Hielo

En el jardín de infantes, era un simple "¿querés ser mi amiga?" o "¿queres ser mi novia?".
Increíble, pero cierto. Era natural... No teníamos miedo al rechazo, sabíamos que éramos dignos de la amistad o el cariño de cualquiera. Sabíamos que querer y dejarse querer era fácil.


A veces pienso que los adultos en vez de haber crecido, solamente desaprendimos todo lo que desde un principio sabíamos.


¿Se puede culpar al otro, de lo que de alguna forma, nosotros también hacemos?

Muchos de nosotros actuamos en espejo. Si me querés, te quiero. Si no te importo, no me importás. Será que el ego nos manipula, hasta llegar al punto de convertirnos en algo que no somos.

Construimos capas y capas de hielo, y nos encerramos adentro. Hasta diría que con cada decepción y con cada traición, se forma una nueva. Después damos excusas como "a mi me cuesta mucho abrirme". "Me cuesta confiar en la gente". "Yo soy así, ¿qué podes esperar de mi?".

Creo que en realidad ninguno de nosotros es así. Pero es tan común ya que nos mostremos fríos, fuertes e impenetrables, que de alguna forma, muchos de nosotros nos acostumbramos a poner barreras impidiendo que nos derritan el hielo.

¿Y por qué tenemos tanto miedo a que nos derritan el hielo? Porque creemos que dentro estamos protegidos. ¿Protegidos de qué? ¿Acaso todas las personas que se acercan nos pueden lastimar?... no. Creo que ahí está nuestro error: porque las únicas personas que pueden lastimarte son las que están dentro de su propio iglú. Lo que verdaderamente lastima no es el hecho de que ellos lleguen a tu corazón (de que vos puedas ver más alla de sus corazas), sino que no te dejen llegar al suyo (que ellos no vean a través de la tuya).


Algunos dirán que solamente son así con la gente que no les interesa, que cuando llega alguien que les parece que vale la pena, salen de la cueva. Pero ¿cómo pueden estar seguros de quién vale la pena y quién no? El hielo es como el vidrio; por más que sea transparente, cuantas más capas hay, más difícil es ver a través de él... la realidad se vuelve difusa cuando uno se acostumbra al frío. Para quien vive en la Antártida, quizás un día caluroso sigue siendo una temperatura bajo cero. Y el hielo no se derrite...

Quizás todos aquellos esquimales necesitan un buen picahielo; una persona perseverante, paciente. Una persona que se dedique a martillar hasta que el hielo quiebre. Una persona que sea cálida y se mantenga suficiente tiempo cerca para poder derretirlo, porque sabe que hay algo más alla de lo que se ve.
Podríamos depender de los picahielos...
O, en una de esas, podríamos ser más inteligentes, y derretirlo de adentro para afuera, teniendo presente que para ser amado, hay que dejarse amar primero.