24 de abril de 2011

Miedo a Soledad

Sol se acostó a su lado, vencida. Observó cómo la luz tenue de la noche iluminaba su rostro perlado de transpiración y pensó en la forma en que el humo del cigarrillo danzaba a su alrededor envolviéndolos en una atmósfera pasajera, efímera… como todo en aquella noche de otoño.
Todavía intentando normalizar la respiración, se recostó de lado, mirándolo
detenidamente. Su boca, vista de perfil, parecía un corazón. Que él no quisiera darle amor, no significaba que ella no estuviera dispuesta a dárselo de todas formas. Estiró el brazo derecho y le acarició suavemente el pecho y el mentón, deleitándose ante el tacto de su barba de un día contra la yema de los dedos, mientras él miraba a la nada concentrado en su cigarrillo, como si éste fuera el último que fumara en su vida.

-¿Cómo es que no estás de novio todavía?- preguntó Soledad.
-¿De novio? ¿Por? No sé…- dijo él, algo sorprendido.
-Sí… ¿Me vas a decir que no querés?- Nazareno se acomodó repentinamente, y Soledad retiró su mano.
-Sí, bah, qué sé yo… no. No sé, no se dio-, contestó él, algo confundido. -¿Y vos?-, agregó.

-Yo… no tuve muy buena suerte que digamos…- dijo ella, con una triste sonrisa.

-Es que ni da “estar por estar”-, dijo él, aplastando el pucho contra el cenicero. Las cenizas ardieron por un segundo y luego se apagaron, grises, muertas. –No creo que me vaya a poner de novio pronto, lo veo muy, muy lejos-.

Soledad se quedó en silencio por un momento. Podía ver detrás de cada una de sus palabras y acciones la no correspondencia de sus deseos con sus creencias. Un disfraz, una careta que Nazareno se había puesto hacía mucho tiempo, y que se le había ido pegando a la cara, hundiéndose en su piel hasta que él había empezado a reconocerse sólo con ésta puesta, para no volver a ver qué había debajo.

-Sí, no da “estar por estar”… pero ¿te gusta esto?-, dijo finalmente Sol.

-¿Esto?-. Sus voces eran susurros, casi como si quisieran callar los secretos que guardaban en lo más profundo de sus pensamientos.
-Esto. El vacío… no tener nadie en quien pensar… No sé… ¿no extrañas estar de novio?- preguntó ella, enrulando un mechón de pelo entre sus dedos.

-Y, a veces sí. Cuando me acuerdo como era…-, dijo él, mirando el techo fijamente.

-¿Pero?-
Él suspiró.
-Pero no sé, no creo que vuelva a tener eso, ya es diferente. No sé si quiero estar de novio ahora-.

-No veo por qué… sos un chico dulce en el fondo, yo lo sé… estoy segura de que sí queres-, dijo Soledad, mientras se incorporaba y se empezaba a vestir sentada de espaldas a él.

-Si quisiera, creo que ya tendría, Sol…-, dijo él, poniendo sus manos bajo la cabeza con aire de arrogancia.
-Queres… estoy segurísima-, dijo Soledad, todavía de espaldas.
-¿Y cómo estás tan segura, a ver? Casi no me conoces...-, dijo Nazareno irguiéndose, curioso. Soledad se dio vuelta, lo miró a los ojos, lo tomó del mentón suavemente y lo acercó a ella.
-Porque en cada cosa que decís, no veo apatía, no veo que estés contento así, no veo frivolidad… veo dolor, veo sufrimiento… y miedo, MUCHO, pero mucho miedo.



Sol besó lentamente los labios de forma de corazón que él no sabía tener, se puso los zapatos y sin mirar atrás, cerró la puerta deseando que tras su partida el miedo que lo estaba ahorcando soltara levemente sus dedos para que él, lentamente, algún día, volviera a respirar.







"No te preocupes, tu secreto está a salvo conmigo. No le diré a nadie que tienes sentimientos".



14 de abril de 2011

Todo eso quiero

Yo quiero acariciarte el pelo... mirarte dormir, soñar entre tus brazos, despertarte con un beso, agarrarte de la mano, escucharte hablar, cantar, reír, tocar, estornudar, respirar.
Quiero jugar, hacerte cosquillas, bailar y saltar como si fuéramos niños. Susurrarte al oído, mirar una película sobre tu pecho, conocer todos tus secretos, partir mi corazón al medio y mostrarte de qué está hecho.
Quiero recorrer tu piel contagiándome de tus ganas, emprender mil aventuras, viajar por el mundo, sacarte fotos en blanco y negro, mirar las estrellas, subirnos a una montaña rusa y disfrutar de la sensación de desafiar a la gravedad...
Quiero ser tu consuelo, tu hogar, tu inspiración, tu motivación, la primer sonrisa de cada mañana... quiero cuidarte, cocinar para vos, lavar tus calzones, y olerte en toda mi ropa y mi cama... quiero empaparme de vos, aprenderme cada centímetro de tu cuerpo de memoria, garcharte muy violentamente pero con amor.
Quiero ser la única, la que te puede, la que admiras, la que te costó tener pero valió la pena, la que es diferente a todas, la que te hace olvidar de todas, la que te hace pensar cosas cursis, la que AMAS como jamás pensaste que podías volver a amar.



Todo eso quiero.


Quisiera poder empezar de cero, saber verte y saber dejarte verme... y sólo así sabríamos que hoy, podríamos tener todo lo que quisiéramos... si pudieras verme.




Tal vez este sea el último momento que pueda verte

6 de abril de 2011

Todo sirve para algo, y nada sirve para todo

Cuando dejo a un lado mi DIGNIDAD y mi ORGULLO, soy feliz.

Me pasa re poco eso, soy demasiado orgullosa... todo el tiempo... todo se reduce al orgullo y el miedo, cualquier cosa que me cague la vida, entra en alguna de las dos categorías. Y es gracioso que dejando de lado la dignidad y el orgullo es como que te liberas del miedo...y ahí sí no te puede frenar nada. Ahí sí es fácil ver que lo que querías estuvo siempre ahí, que el orgullo no hace otra cosa que hacerte más infeliz, "protegerte" de quedar expuesta, ¿expuesta a qué? ¿a más dolor del que ya estás sintiendo? ¿o a conseguir lo que querías?

¿Vas a negarte que querés lo que querés, solamente porque te parece que lo que querés está mal? ¿Porque te comparas con los demás y pensas que deberías estar en otro lugar? ¿Y por qué está mal? ¿Porque pensas que más adelante te va a causar más dolor? ¿Pensas que el presente, ese momento en que estás haciendo lo que querías hacer, no vale un carajo porque es eso, solo un momento? ¿Que los recuerdos, las experiencias, los descubrimientos y el aprendizaje se tiran a la basura? Bien sabes que nada de lo que aprendiste te vino mal nunca... cada cosa que hiciste, por más insignificante que pareciera, sirvió para algo después. ¿Vas a cerrarte a la posibilidad de ser quien querés ser? ¿Está mal porque sabes que siempre va a ser lo mismo, que nunca te vas a sentir completa? ¿Que siempre vas a querer más de lo que ya tenés? Como si pudieras cambiarlo eso, estás destinada a siempre desear más y más y más...

Sabes que todo sirve para algo y que nada sirve para todo. Pero algo es más que nada, y por lo tanto... preferir nada antes que algo, no me sirve. No hasta que termine de aparecer todo.